martes, 5 de septiembre de 2006

CINE: Nominado para dejar la Academia ®

Años atrás, era muy común que el gran público esperara con ansiedad la noche de los Oscars ®, porque en ella, decían, se definían cuestiones estéticas inherentes a la actualidad y el progreso del cine, y por qué no, del arte todo.

Hoy en día, hay quien sospecha que la intención de los Premios de la Academia ® no es la de recompensar la excelencia artística, sino la de sugerir a los futuros aspirantes una línea de comportamiento esperable en ellos.

Así, con cada nueva edición de este bendito ritual, entra en vigencia una nueva coordenada que divide lo que es políticamente correcto, de aquello que es subversivo para la industria del cine. Este criterio puede variar en el transcurso de un lapso de tiempo no necesariamente largo, incluso hasta la incoherencia. Veamos…

En Marzo de 2002, hubo el record histórico de dos (2) actores de color (de color negro, claro) nominados en el rubro mejor protagónico masculino. Will Smith por su personificación de un negro convertido al Islam (Muhamad Alí), y Denzel Washington, por interpretar a un policía corrupto (es decir, corrupto además de negro; ¿se entiende, no?). Y como si esa no fuera muestra suficiente de amplitud, ¡uno de ellos hasta se llevó la estatuilla!
[1] En atención a que para ese entonces dos aviones se habían estrellado contra el sueño de la invulnerabilidad norteamericana[2], a que George Bush (h) ya había enviado hacia Iraq a sus Cazafantasmas, y a que el sub grupo islámico es uno de los más conflictivos dentro de la minoría negra en EEUU, podemos coincidir en que estas nominaciones y este premio proponía un mensaje de unidad, claro y definitivo, dirigido al posible enemigo interior: “Incluso los negros, todos somos norteamericanos; y Norteamérica es la tierra de la libertad y las oportunidades, bro”.

Doce meses más tarde, cuando los que dudaban de la buena fe de Jorge Doblevé ya eran un grupo más numeroso, la premiada en el rubro mejor película del año 2002, resultó ser el musical Chicago. El mensaje de la Academia ® había sufrido una pequeña variante, dando un paso más hacia la derecha: “No pienses: ¡CALLATE Y BAILÁ!”.

A cinco años del 9/11 y reelección mediante, los académicos, cada vez más dispuestos a sorprendernos, se descolgaron esta vez con nominaciones de una tendencia tan descarada, que cualquiera puede leer en ellas (sin necesidad de subtítulos), la siguiente consigna: “Ahora que todo es demasiado obvio, mejor nos hacemos los progre, haber si quedamos pegados”.
Y nos encontramos con películas que parecen producidas por una facción anti- republicana. Las nominadas son:

Secreto en la montaña es una historia de amor homosexual entre dos Cow Boys. En principio, era la gran favorita a ganar en este rubro. El dato curioso: no olvidar que Ronald Reagan, ex presidente e ícono republicano, y antecedente lógico del actual gobierno, se hizo famoso como actor interpretando (muy malamente) papeles de vaquero duro.

Capote, o “de cómo un escritor homosexual consigue su mejor libro a partir de métodos de dudosa ética”, no sólo propone enfrentarse a la incomodidad que provocaba en EEUU un personaje tan frívolo y amanerado como Truman, sino que plantea la infantil hipótesis (por lo obvio) de que la sociedad norteamericana está dividida en un sistema de castas infranqueables, no muy alejado del que conocemos en la India.

Crash: Vidas cruzadas, un retrato anacrónico de los conflictos raciales en los EEUU, que hubiera sido realmente valiente en aquellos años en que unos cuantos policías blancos apalearon a Rodney King (1991) y la ciudad de Los Angeles se volvió una hoguera (1992).

Munich es una de esas películas en las que nuestro amigo Esteban Espílber trata de decirnos algo serio (alguien tendría que recordarle que toda película debería intentarlo; pero habiendo visto La Terminal, parece difícil que alguna vez lo entienda). Esta vez se trata de la recreación del asesinato de un grupo de deportistas israelíes a manos de un comando árabe, durante los juegos olímpicos de 1972, y que tal vez pretenda ser una metáfora que alude directamente a la situación actual en el Middle East.

Por último, Buenas noches y buena suerte: un juego de ingenio que busca igualar la paranoia anticomunista que el senador McCarthy desató a mediados de los años ´50, con la actual administración Bush.

Como vemos, cada nominada se mete con alguno de los temas que históricamente han sido una incomodidad y/o motivo de conflictos para los gobiernos republicanos: racismo, homosexualidad, Medio Oriente, censura, persecución política. Sólo faltan Cuba, la inmigración ilegal y estamos todos.

Si la intención de estas nominaciones era ser críticos con el gobierno actual, lo más lógico hubiera sido premiar a Buenas noches y buena suerte, la más directa de las cinco en eso de pegarle al presidente. Si lo importante era promover la integración y un vínculo de mayor tolerancia con una de las minorías más atacadas y escondidas de cualquier sociedad, incluyendo la norteamericana, hubiera sido justo premiar a Secreto en la montaña. Si lo que se quería era llamar la atención sobre el conflicto con el mundo islámico, el premio debió ser para Munich. De las cinco opciones, la menos conflictiva era premiar el alegato antirracista de Vidas Cruzadas. Después de todo, hoy en día hasta los negros se pueden ganar un Oscar ®.

Ahora, si lo importante era destacar a la mejor película del año 2005 como hecho artístico independiente de las cuestiones políticas, tal vez una utopía imposible e innecesaria, tal vez las nominadas debieran haber sido otras. Digo… ¿no?

[1] La expresión “se llevó la estatuilla”, no pretende insinuar que se la llevó como lo haría un ladrón, sino que fue elegido ganador; los miembros de la academia no tuvieron mas remedio que permitir que el susodicho negro se fuera con el premio a su casa. ¡Un negro! Cosas que no pasaban cuando John Wayne o Frank Sinatra estaban vivos.

[2] Casualidades o no, el mismo Denzel (el negro en cuestión) ya había interpretado, cuatro años antes, a un agente FBI involucrado en el caso de una toma de rehenes que también termina mal, en el centro mismo de New York. ¡Wow!

(Artículo publicado originalmente en revista Tólbac)

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