jueves, 24 de enero de 2008

LIBROS - Cuadernos norteamericanos, de Nathaniel Hawthorne: Una caja de Pandora para escritores en crisis.

Cuando se lee a Hawthorne es imposible no recordar las Otras Inquisiciones de Borges. Es que en aquel libro repleto de ensayos tan breves como universales, no son pocas las veces que el venerable Iorge destaca la figura de este escritor, admirado de su prolífica imaginación, asumiéndolo como uno de aquellos que precedieron a Kafka, pero también cuestionando ese puritanismo ancestral que lo forzaba a transformar en metáfora moral a muchos de sus textos. Leer estos Cuadernos norteamericanos nos coloca justo delante de cada una de esas afirmaciones.
Especie híbrida entre el diario íntimo y la libreta de apuntes, los Cuadernos Norteamericanos son parte de los que Hawthorne llevó a lo largo de su vida y cuya versión completa extrañamente nunca se ha publicado en español; esta edición no es la excepción. A modo de curador, el escritor Eduardo Berti ha escogido algunos gajos de tan frondoso material, utilizando como criterio de selección el contenido literario por sobre los bosquejos filosóficos o las meras observaciones. Así, esta versión extractada es una sucesión sin pausa de breves argumentos, esquemáticos muchas veces, que fueron escritos con el sólo objeto de ser germen para posibles relatos en el futuro. Algunos de ellos obtuvieron su forma literaria definitiva (tal es el caso de La letra escarlata, esbozado en estás páginas), mientras que de los otros -la mayoría- sólo han quedado estos delicados embriones.
Se ha dicho que sin Hawthorne no hubiera sido posible la literatura de Poe, de Henry James o de Kafka. Pero sin dudas también ha sido necesario para que se concibieran Stevenson, Bierce, Wilde, Chesterton, tal como puede apreciarse en los potentes fragmentos de estos Cuadernos norteamericanos, entre los que abundan las paradojas, los comentarios morales, los espejos, las máscaras… y las sugerencias para escritores vacíos.

(Artículo publicado originalmente en el suplemento cultura del diario Perfil)

jueves, 17 de enero de 2008

CINE - Café de los Maestros, de Miguel Kohan: El sabor de Buenos Aires


Inducido por la ingesta de vaya a saber qué hongo, y a propósito del estreno de su última película en Buenos Aires, Luces al atardecer, el director finés Aki Kaurismäki lanzó como una molotov una declaración que tanto puede sonar a chiste como a compadreada, según quien la escuche: que el tango no habría nacido a la vera del Plata sino bajo el sol de medianoche de su Finlandia querida, y que la versión porteña es apenas su remedo. Y tiene que ser chiste nomás, porque justamente Luces al atardecer lleva la marca de un par tangazos, uno más porteño que el otro: Volver y El día que me quieras, cantados por el propio Carlitos en sus versiones originales. Suerte de contragolpe letal para desarticular esa hipótesis, Café de los Maestros es un documental que nació como complemento de un proyecto del siempre inquieto Gustavo Santaolalla, quien se propuso juntar (y lo consiguió) a los hombres más emblemáticos de la época de oro del tango -algunos de ellos auténticos mitos, como Mariano Mores, Horacio Salgán o Leopoldo Federico, entre otros héroes- en un ensamble musical irrepetible, y registrar el encuentro en un disco que bien puede considerarse único, igual que esta versión fílmica. ¡Cómo el tango no va a ser argentino y porteño, Kaurismäki, viejo! -parecen decir de coté cada uno de los fotogramas de Café de los Maestros-, “si el tango es lo único que no le consultamos a Europa”. Esto último lo afirma la voz de Tom Lupo, invocando a Macedonio durante la presentación que se hizo de Café de los Maestros hace unos años, en el teatro Colón. Un broche de oro.
Y si la idea inicial es oportuna -juntar esa selección de Maestros, símbolo vivo de una época-, el resultado final no puede ser más rotundo: un paseo al natural por la esencia de una ciudad y sus habitantes. Porque después de ver Café de los Maestros no caben dudas que de lo que se trata es de justificar, una vez más, esa unión indisoluble que a veces se produce entre una comunidad y una manifestación artística tan en la carne, que es a la vez parte y espejo. A modo de un cuaderno de memorias, unos y otros van tejiendo con sus comentarios y ejecuciones un mapa perfecto del corazón del tango: desde Juan Carlos Godoy y sus apuntes burreros que mezclan caballos falopeados con una fortuna que sopla donde quiere, a Oscar Ferrari cantando a capella, con el coliseo de la Bombonera de fondo; o el perfil arrabalero de Virginia Luque, heredera legítima al trono de morocha indomable que dejó vacante Tita. O las menciones permanentes a aquellos próceres que marcaron su tiempo de grandes orquestas: Pichuco, Pugliese, D`arienzo, De Angelis. Un subrayado que por otra parte manifiesta una posición clara frente a una vieja discusión, y que sin quererlo resalta el nombre del ausente, un tal Astor…
No hace falta ser ni conocedor ni fanático del tango para disfrutar de este Café de los Maestros, porque más allá del género, de lo que se habla acá es de la pasión de un pueblo, de la nostalgia por un pasado que siempre será mejor, del berretín de la memoria individual y colectiva, llenando el presente de sangre nueva. Basta con escuchar a esos viejos diciendo una y otra vez que el tango es su vida, nada menos, que no hay forma de separar una cosa de otra. Y alcanzan un par de acordes para caer rendidos ante la evidencia: el tango es la vida de todos, de cada uno de los que damos vueltas por esas calles de esquinas mugrientas que el director Miguel Kohan utiliza para ilustrar con elocuencia, los fragmentos musicales que los protagonistas van enhebrando, en un rosario de certeras postales del tango y de la ciudad que lo parió. Diga lo que diga un finlandés.

(Artículo publicado originalmente en la sección Cultura y Espectáculos, de Página 12)

OPINION - Una de cal


El caso de la crítica de cine en Página 12 es muy llamativo. Por lejos, cuenta con los mejores críticos que escriben en diarios en la Argentina. Sus dos plumas habituales son Luciano Monteagudo y Horacio Bernades. Monteagudo, programador de la Lugones, es un lujo para cualquier diario. Bernades es un crítico experimentado, informado y curioso, que está al tanto de todo lo que pasa en el mundo del cine y escribe con soltura. A menudo complementan Diego Brodersen, crítico también de El Amante y émulo de Monteagudo en más de un sentido, y Juan Cinelli, un chico que recién comienza pero que demuestra estar a la altura del desafío. No hay un diario que tenga un plantel tan homogéneo como éste, no solo en la Argentina sino en muchas partes del mundo.
(El autor del párrafo que se reproduce arriba es Gustavo Noriega, director de la revista de cine El amante, y columnista del programa de televisión Duro de domar. El estracto es parte de un artículo publicado originalmente en http://hipercritico.com. Para acceder al texto completo, clickear sobre el título de esta entrada )

OPINION - ...y una de arena

Bueno... no tenemos por qué estar de acuerdo en todo.
Gracias a don Gustavo Noriega por esta nueva lección, esta vez en público.

(Haciendo click en el título accederán al artículo relacionado)