jueves, 11 de septiembre de 2008

CINE - Francesca (Francesca e Nuziata), de Lina Wertmüller: Sofía Loren y todo lo demás


Todo cinéfilo es un fetichista con un objeto del deseo bien definido: ese collage compuesto de escenas y fotografías recortadas a lo largo de años frente a tanta pantalla. En esa pegatina, algunas figuritas tienen relieve y se destacan del resto. Esto a cuento de que, a priori, el principal motivo para ver Francesca, la no tan nueva película de la italiana Lina Wertmüller (Amor y anarquía, Pascqualino siete bellezas), es reencontrase con los ojos, la boca, la cintura de Sofía Loren, una figurita que no falta en ninguna cabeza. Los más curiosos querrán saber que tanto o que tan poco ha cambiado la mujer que supo acelerar el pulso de cuatro, cinco generaciones de hombres, perdón: cinéfilos, y que con más de… ¡qué importa cuántos años!, todavía se atreve a posar para almanaques de gomería fina.
La excusa para sacarse la duda es una historia ambientada en las primeras décadas del siglo XX, acerca de una mujer de pueblo y de trabajo, un personaje recurrente en la carrera de la Loren, casada con el príncipe Giordano Montorsi, interpretado por el gran Giancarlo Giannini, que con dedicada ambición ha convertido la fábrica de pastas de su abuelo en una gran empresa que vive de sus exportaciones a América. La relación entre Francesca y Giordano le sirve a la película para delinear un perfil de la decadente aristocracia italiana (cuya caída también se presenta sobre el final, con el advenimiento del fascismo), del mismo modo que la llegada de la pequeña Nunziata, adoptada por la princesa de los tallarines como cumplimiento de una promesa, y la relación entre ambas es utilizada para marcar las diferencias de clase y origen. Los años le traerán a Nunziata un amor prohibido e imposible, y a Francesca el trabajo de sostener a su príncipe ocioso se le volverá demasiado pesado. Metáfora de los cambios sociales que ya abrasaban a Italia y a toda Europa, la caída de una será tal vez el ascenso de la otra, o quizás no se trate sino de una extraña forma de justicia romántica, en la que quien sufre tarde o temprano es compensado, y quien manipula acaba manoseado.
Los antecedentes de Loren, Wertmüller y Giannini exceden por mucho los méritos de Francesca. Cercana al estilo de la telenovela histórica brasilera, mezcla de novelón romántico con lujosa reconstrucción de época, Francesca luce en los detalles y destellos del diseño de arte; es correcta y natural en sus actuaciones (o por lo menos, tan natural como se lo permite la de por sí histriónica idiosincrasia napolitana); convencional en los qué y los cómo de su narración; y floja en los recursos estrictamente cinematográficos: un montaje muchas veces desprolijo, un manejo de cámara anticuado y una fotografía casi televisiva, que de manera constante cede a la tentación de querer lucirse y subrayar, a la fuerza y sin necesidad, los méritos que la dirección de arte, se ha dicho, se gana por las suyas. Pero, y la Loren, ¿cómo está? Y, para ser abuela: ¡Mamma mía!, diría Edipo.


(Artículo publicado originalmente en la sección Cultura y Espectáculos de Página 12)

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