jueves, 11 de septiembre de 2008

LIBROS - La funambulesca historia del profesor Landormy, de Arturo Cancela: Entre el ingenio y el chiste viejo


A muchos escritores del siglo XX, cuyos nombres han ido perdiendo influencia hasta quedar virtualmente fuera de la historia oficial de la literatura argentina, apenas les fue quedando el espacio cada vez menos vivo de las librerías de viejo, o el limbo discreto de las bibliotecas públicas. Es el caso de Arturo Cancela, pero también el de una auténtica selección de olvidos (Martínez Estrada, E. Wilde, Holmberg, entre otros) que la Biblioteca Nacional intenta sino enmendar al menos recobrar en la memoria de los lectores, a través de su colección Los raros. Aunque Tres relatos porteños es el más popular de sus títulos, merced la inclusión de uno de ellos en la Antología de la Literatura Fantástica de Ocampo, Borges y Bioy, Historia funambulesca del profesor Landormy es sin dudas el que representa de manera más arquetípica el conjunto de la obra de Cancela. Publicada de forma episódica en La Nación a partir de 1925, Historia funambulesca varía entre la sátira, el absurdo y la ironía, usando el humor como herramienta para demoler los hábitos y mañas de aquella aristocracia porteña.
Cuando Abel Dubois Landormy, arqueólogo francés en decadencia, llega a Buenos Aires, lo que encuentra es una ciudad dedicada a elevar a la categoría de celebridad a cuanta figurita europea entrara por el puerto. Desde ese simple desencadenante, que Cancela utiliza para ridiculizar el culto criollo a Europa, comienzan a sucederse primero las desventuras de Landormy en una ciudad que resulta un tour de force agotador, y luego las de otros personajes que surgen en torno al visitante. A pesar de que Cancela no deja nunca de sorprender con sus observaciones acerca de costumbres y usos, algunos de los cuales todavía son reconocibles, su humor puede volverse previsible y reiterativo a lo largo de las más de 500 páginas de la novela, y sus ácidos comentarios que rayan en el chisme (tal como lo concibe Edgardo Cozarinsky en su Museo del chisme), han ido perdiendo irreverencia y relevancia con el tiempo acumulado. Quedan sin embargo fragmentos, los más dados al ingenio que al “conventilleo”, que colocan a Cancela como prócer definitivo del humor en la literatura argentina. Sus mejores destellos pueden reconocerse hoy en los pícaros textos porteños de Alejandro Dolina -cuyo famoso Crónicas del Ángel Gris también fue parido en entregas- y hasta Bioy Casares lo ha reconocido como una influencia (muy) temprana.


Reseña publicada originalmente en el suplemento Cultura del diario Perfil.

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