viernes, 27 de marzo de 2009

CINE - Inframundo, larebelión de los Lycans (Underworld: Rise of the Lycans), de Patrick Tatopoulos: Lucha de clases en Transilvania.


En los años 70 solía decirse que las segundas partes nunca eran buenas (El padrino era y sigue siendo la excepción). En los 80, segundas, terceras y demás partes conseguirían instalar su lógica a fuerza de Rockies y Rambos, para establecerse definitivamente en los 90. En la actualidad cualquier productor que pretenda ser exitoso no puede permitirse el lujo de no proyectar al menos trilogías. Es el caso de Inframundo (2003), que luego de Evolución (2006) llega a su tercio ¿final? con La rebelión de los Lycans. Lo que de inmediato destaca de esta tercera versión es la desaparición de Kate Beckinsale y Len Wiseman, protagonista y director de las dos anteriores (Wiseman dirigió en 2007 la exitosa cuarta parte de Duro de Matar y a Beckinsale apenas se la ve en una única escena). Pero sus ausencias lejos de debilitar la saga parecen haberla fortificado. Tal vez no de manera directa, pero es inevitable hacer la relación.

La historia no es muy distinta: Vampiros y Lycans (por licántropos, claro) son dos razas que comparten su origen a partir de un antepasado común. A pesar de ello, desde la edad media combaten en las sombras por el dominio del mundo. Ocurre que mientras los dos primeros films oscilaban entre el presente y aquel pasado, La rebelión de los Lycans opta por un único tiempo narrativo. Y no sin acierto elige el pasado, cuando los Lycans todavía se encontraban bajo el yugo de los Vampiros. La historia gira en torno a Lucian, primer Lycan que nace con la capacidad mutar de lobo a hombre a voluntad. Víctor, líder de los Vampiros, en lugar de matar al engendro decide adoptarlo… como mascota. Lucian crece mostrando un poder nunca visto en un Lycan e inevitablemente se enamorará de Sonja, hija de Víctor. Como era de esperarse, ese amor prohibido también será cultivado entre sombras. Es que los Vampiros, los aristócratas de esta sociedad, consideran aberrante la relación con esos otros, los animales. Lucian caerá en desgracia cuando se ve obligado a usar su poder para salvar a su amada y relegado a la profundidad de las mazmorras, volverá a ser testigo de las injusticias que sufre su raza y comandará el alzamiento contra los opresores.

Sin dudas la atmósfera gótica que se mantiene en toda la saga Inframundo, encuentra su mejor expresión en el giro romántico que propone esta tercera parte, en los bosques y castillos que son sus escenarios lógicos, pero sobre todo en esta historia de amor tan oscura como imposible. Tan oscura, que en algunas escenas de este film nocturno cuesta distinguir las formas con claridad. Suerte de cruza entre Romeo y Julieta con el Drácula de Coppola y Titánic de Cameron, La rebelión de los Lycans maneja sin problemas sus elementos dramáticos, evita caer como las anteriores en la permanente explicación de su universo, y hasta se da el lujo de cierta metáfora quasi socialista a partir de su brutal lucha de clases. Cierto que la metáfora no va mucho más allá de lo superficial y hasta puede llegar a desviarse un poco hacia la repetida oda norteamericana a la libertad. También son importantes las figuras protagónicas de Michael Sheen y Billy Nighy -Lucian y Víctor, en ese orden-, que vuelven a entregar trabajos de buen nivel: a Sheen ya se lo ha visto en la piel del ex primer ministro británico Tony Blair en La reina, de Stephen Frears, y próximamente compartiendo cartel con Frank Langella en Frost/Nixon; Nighy es recordado por su Davy Jones, el mejor personaje de la saga Piratas del Caribe y en breve se conocerá su trabajo en Valkyria. La combinación de todos estos elementos ayuda a decir que, en este caso, una tercera parte puede ser mejor.


Artículopublicado originalmente en el diario Página 12.

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