viernes, 27 de marzo de 2009

CINE - Sabor a miel (The Secret Life of Bees), de Gina Prince-Bythewood: Melodrama en tono integrista


La carrera de Dakota Fanning parece planificada como reverso de la de Shirley Temple, la nenita rubia más famosa de la historia del cine. Mientras Shirley no paró de cantar, bailar y enternecer a niñas, madres y abuelas con su sonrisa y bucles empalagosos, la pobre Dakota se ha pasado la infancia sufriendo en cámara. Antes de cumplir 10 ya le había tocado ser hija de un hombre retrasado, secuestrada, perseguida por mexicanos y carne para alienígenas. No pocos insistían que a la hoy adolescente Dakota nada más le faltaba ser violada. Y la profecía se cumplió en Hounddog, controvertida película exhibida en el Sundance 07 que nadie más en el mundo ha querido estrenar. Aunque en Sabor a miel recibe su primer beso para el cine, Fanning no consigue salir de mártir: le alcanza la escena inicial para matar a su madre por accidente y culparse por ello toda la película. Ambientada en 1964, año en que bajo el gobierno de Lyndon Johnson se aprobó en los EE.UU. la ley de Derechos Civiles, que reconocía igual entidad civil para las personas de raza negra, Sabor a miel aprovecha el drama para apurar otra fábula de integración de oportuna ubicuidad en tiempos de Obama.

A sus 14 años Lily intenta superar el trauma escribiendo, pero no es fácil: vive en una casucha con su padre, un hombre tosco y resentido por el recuerdo de la mujer que volvió aquel día fatal para dejarlo y que la niña le remueve con su presencia. Juntos trabajan en una plantación de duraznos en el agreste sur de los Estados Unidos y su relación, claro, no es buena. Rosaleen, la criada negra que la cuida, es a la vez la única amiga de Lily y su referente femenino. De su madre apenas conserva una fotografía, un par de guantes y la imagen de una virgen negra que en su reverso tiene escrito el nombre de un pueblito perdido en Carolina del Sur. Cuando Rosaleen es golpeada por un par de fanáticos que le impiden concurrir a empadronarse, Lily escapará con ella siguiendo los pasos perdidos de su madre. Como en una historia de Mark Twain –pero sin humor ni originalidad-, Lily y Rosaleen comparten su camino hasta una casa extravagante, en donde tres hermanas de raza negra que cultivan y envasan miel las reciben a pesar de su obvia condición de fugitivas.

Con Will Smith y su mujer Jada Pinkett entre sus productores, Sabor a miel intenta otro manifiesto de la negritud, donde el orgullo racial incluye y mixtura cultos africanos adaptados al cristianismo, con un fresco socio político ligero y una banda de sonido algo excedida, que no se priva de abundar en géneros típicamente afro- americanos, como soul, gospel o negro spiritual. Para esto último no dejan de ser útiles las presencias dentro del reparto de Queen Latifah y Alicia Keys, conocidas por sus habilidades vocales antes que dramáticas. Junto a Sophie Okonedo, ellas interpretan al trío de hermanas convertidas en ángeles de la guarda para Lily y Rosaleen. A pesar de su prolijidad general, Sabor a miel acaba siendo un drama tan pendiente de las convenciones de géneros y subgéneros como de lo políticamente esperable. Pero sin aflojarle el yugo a Dakota -quien además le pone la voz a Coraline en la nueva película de animación de Henry Selick, que también se estrena hoy-, no sea que se le olvide que su negocio es llorar para hacer llorar.


Artículo publicado originalmente en el diario Página 12.

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