miércoles, 1 de abril de 2009

CINE - Monstruos vs. Aliens, de Rob Letterman y Conrad Vernon: El enemigo siempre es un monstruo invasor.


En un futuro muy, muy próximo, de hecho tal vez mañana mismo, la raza humana se verá involucrada en la lucha cósmica por el quantonio, un elemento todavía desconocido en la Tierra que es el más poderoso del universo. El problema es que un meteorito de quantonio acaba de aplastar a Susan junto a la iglesia en donde está a punto de casarse con Derek, un narcisista meteorólogo de televisión, y la exposición a la formidable sustancia la convierte en una mujer de 15 metros de alto, justo en el altar. Por supuesto Susan es capturada por el ejército –el norteamericano, claro: Estados Unidos es el único país del mundo en donde esta clase de cosas suceden- y trasladada a un área militar secreta, donde permanecerá recluida junto a otros monstruos cautivos. Todo parecido de esta historia con Sábados de Superacción no es mera coincidencia. Monstruos vs. Aliens recuerda con nostalgia a aquel cine clase B de posguerra, pero también homenajea con gracia a otros títulos y personajes del cine y la televisión que son referencias inevitables; clásicos como Encuentros cercanos, La mosca y E.T., o Star Trek y Mork, el inquieto extraterrestre que hizo famoso a Robin Williams.
El grupo de monstruos al que Susan deberá integrarse es hijo de ese amor retro. Un científico transformado en cucaracha humana a causa de un experimento no del todo exitoso; el eslabón perdido entre los peces y el hombre de las cavernas hallado en un bloque de hielo; una larva alterada por radiación nuclear, convertida en una mole de cien metros que destruyó Tokio (sin querer); y una masa gelatinosa y sin cerebro producto de un tomate genéticamente modificado. A cada uno de estos personajes se le pueden encontrar una o más películas referentes. Y es que aunque se las presente en envase infantil, el objetivo de fondo que se pone Dreamworks a la hora de planificar sus películas de animación digital parece ser siempre el público adulto. Tanto en este tipo de referencias cinematográficas como desde un humor que sin ser críptico se aleja adrede de los más chicos, Dreamworks marca las diferencias que la separan de Pixar –aunque estos últimos representan con claridad la vanguardia del género. Diferencias que no son defectos en sí mismos. Por el contrario, Monstruos vs. Aliens es un film entretenido en la sucesión de gags (otro clásico recurso de la compañía), asombroso en el diseño digital, sobre todo para quienes puedan acceder a la versión 3D, y ágil en lo narrativo. Aun así, la diferencia cinematográfica con un film como Wall- e es grande.
Hay también en Monstruos vs. Aliens una dialéctica ambivalente que no es sorpresa. Por un lado, tras vencer al robot de Gálaxar (el alienígena que quiere destruir a la humanidad para reconstruir en la Tierra su propia civilización extinguida) Susan podrá reconocer a partir de lo monstruoso de su nueva condición, aquello de individual y admirable que hay en sí misma. Un mensaje de esperable corrección política que llama a valorar y aceptar la diferencia. Pero sobre el final cuando la propia Susan, como buena american hero, lo exhorte a pensar en la gente inocente que morirá, el invasor responde preguntando: ¿Crees que no había inocentes en mi mundo?, y enseguida confiesa que fue él quien lo destruyó, sólo porque no le gustaba. Es que, diría George W., antes de ser una amenaza para uno, el enemigo primero es peligroso para sí mismo.


Artículo publicado originalmente en el diario Página 12.

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