martes, 15 de septiembre de 2009

ENTREVISTA - María Grazia Cucinotta: Sabor mediterraneo

No es un secreto que desde hace un tiempo San Luis se ha transformado en una suerte de impensada tierra del cine en la Argentina. A partir de importantes créditos para la financiación de la industria cinematográfica, la provincia se ha convertido en Saállywood. Allí, en los estudios que San Luis Cine tiene en La Punta, en medio de las montañas y el desierto, el director Diego Musiak consiguió reunir un elenco por demás heterogéneo para filmar ¡Hostias!, su nueva película. Entre los convocados se destacan el gran nombre de Geraldine Chaplin y el de la italiana María Grazia Cucinotta, quien saltara a la fama mundial a partir del éxito de la popular El cartero, película por la que el argentino Luis Bacalov se llevó un Oscar a la mejor banda sonora en 1994. Allí interpretaba a Beatrice Russo, una mujer tan simple como deslumbrante que operaba de manera simultanea como musa y amor imposible del protagonista, cuyo oficio es el que da nombre a la película. Si bien la carrera de La Cucinotta, como se la conoce aquí desde entonces, no se ha detenido en estos quince años (los más atentos la habrán reconocido en la película de culto española El día de la bestia, de Alex de la Iglesia, o en El mundo no es suficiente, tercera película con el irlandés Pierce Brosnan en la piel del famoso 007), para la mayoría no existen puntos intermedios entre su fugaz aparición en Il postino y su llegada para protagonizar esta comedia romántica en San Luis. Es por eso que ella no se sorprende si alguien se manifiesta extrañado ante la idea de una película que la reúne a una actriz de trayectoria envidiable, como la Chaplin; a un coprotagonista como el ascendente español Antonio Chamizo, quien tiene en su país una compañía teatral con la que realiza puestas de obras clásicas del Siglo de Oro español y que se inició como experto en escenas de acrobacia con autos y motos; y figuras populares del medio local, como Miguel Ángel Rodríguez o Luciana Salazar.

-Si vas a mirar el elenco de una manera aislada de toda realidad, entiendo que pueda parecer extraño: algunas estrellas extranjeras junto a estrellas argentinas, más una leyenda del cine como Geraldine, todos juntos encerrados filmando en un estudio perdido en el desierto. Es casi el argumento para otra película. Pero dentro del contexto en que se produce hoy en día, donde la coproducción sostiene gran parte del cine que se ve, entonces ya no es tan raro. La idea básicamente era realizar una película que fuera argentina, por supuesto, en donde de algún modo pudiera verse algo de este país.

Entonces María Grazia se reclina en el sofá de su camarín, sonríe y allí se acaban los argumentos: tiene los ojos oscuros como abismos y una de esas bocas que, apenas con mostrar los dientes blancos detrás de sus labios, puede ser mucho más convincente que el más encendido de los discursos. Con su casi metro ochenta erguido sobre empinados tacos, las piernas largas y la evidencia irrefutable de su escote, la Cucinotta casi es la prueba definitiva de la mítica y apasionada sensualidad italiana. La fantasía hecha cuerpo. Pero ella parece acostumbrada a la mirada deslumbrada de los otros y continua hablando como si nada de ¡Hostias!, la película que ha venido a filmar.

-Se trata de una comedia realmente fantástica. A mí me encanta el género y creo que en este caso se trata de una comedia romántica inteligente y elegante; una película dentro de otra, en donde nunca sabés bien qué es verdad y qué no. Creo que cuando la película pueda verse, todo el mundo podrá identificarse con la historia de los protagonistas. Creo que estamos haciendo una película muy entretenida y que el casting es sumamente apropiado.

Fotos del alma.

Cuando María Grazia Cucinotta habla de trabajo lo hace concentrada, tratando de encontrar entre el italiano, el inglés y su castellano básico, la mejor de las formas para dar la respuesta profesional que se espera de ella. Sin embargo cierta interferencia emotiva se cuela en su voz cuando debe hablar de dos mujeres: su hija de siete años que ha quedado en Italia, y Geraldine Chaplin, con quién ha entablado una amistad bastante profunda en muy poco tiempo. Y además ya han sido compañeras de elenco en L´imbroglio nel lenzuolo, película producida por la propia Cucinotta, actualmente en post producción.

-¿Qué significa trabajar con una actriz como Geraldine Chaplin?

-Para mí Geraldine es magia pura. No necesita ni moverse, le alcanza con estar ahí para que la película o el lugar en donde esté, se vuelva mágico, porque ella lo es. Es mágica su persona, es mágica la actriz, su forma de ser tan simple. Es auténtica, única…

-Y lleva la historia del cine en la sangre.

-Absolutamente. Pero es más que eso todavía; tiene algo más que se me hace difícil de explicar: es la energía, es... es...

Hace una pausa intentando encontrar esa palabra que se le niega en tres idiomas. Sus ojos la buscan en el cielorraso inútilmente. La luz del sol se mete entre las varillas de una persiana americana e ilumina su perfil por un segundo, dando a su piel una textura ligeramente dorada.

-… yo la amo. La conocí precisamente aquí en San Luis, como te dije, y aquí le pregunté si quería ser parte de mi película, la que estoy produciendo. Desde entonces no puedo dejar de amarla y agradecerle: como persona, como amiga… Creo que ella es un regalo que me ha dado la vida.

-Una constante en su carrera es la de haber trabajado por todo el mundo, desde su país hasta los Estados Unidos, en co producciones europeas, y ahora aquí en Argentina. Usted misma habla de la forma en que se produce el cine en la actualidad. ¿Por qué se ha vuelto tan importante la coproducción en el cine fuera de los Estados Unidos?

-Porque ofrece la posibilidad de hacer grandes películas que de otro modo serían irrealizables. Cuando filmás en Estados Unidos nunca se comete un solo error: todo es perfecto, todo está probado y es seguro. No hay problemas de dinero ni nada por el estilo. Pero hacer una película independiente, como ¡Hostias!, te permite cambiar cuanto quieras, modificar el guión sin pedir ni necesitar el permiso del estudio o del guionista, ¿entendés? Todo es mucho más fácil. Tenés la posibilidad de convertir una historia simple en una película increíble. Il postino, por ejemplo, fue una película muy sencilla, muy romántica y poética, y sin embargo muchas veces debimos recurrir a la improvisación. Sólo este tipo de producciones te dan esa libertad.

-Pero el hecho de vivir viajando se convierte de alguna manera en un efecto colateral. ¿Afecta eso en su vida personal?

-Chi mi ama, mi prende cosi come sonno [Quien me ama, me toma así como soy] (risas). Mirá, estoy casada hace 15 años y mi marido lo sabe: soy una zíngara, una gitana. Ahora he tenido algunos problemas, porque he estado lejos por bastante tiempo y, la verdad, extraño a mi hija muchísimo. ¡Es tan difícil dejarla…! No puedo vivir sin ella: me duele estar tan lejos de mi hija.

-A pesar de ese dolor, ¿le da lo mismo viajar que no viajar?

-No, no. La experiencia de viajar te da la posibilidad de compararte con otras personas, con otras culturas. Se aprende muchísimo. Para conocer a veces es mejor viajar que leer un libro, porque cuando viajás compartís emociones con otros, con otras formas de comunicarse, otras formas de vivir… Creo que es otro gran regalo tener la posibilidad de viajar. Como turista, es verdad, podés ver una cantidad de sitios preciosos; pero cuando te instalás dos o tres meses en una ciudad y trabajas con gente de allí, podés descubrir la cultura, las tradiciones y realmente llegás a conocer ese sitio.

De la escena al negocio.

Media cabeza por encima de casi todos, María Grazia va por el plató como va cualquiera: después de dos semanas de rodaje ya todo el equipo se han acostumbrado a que ella es uno más del grupo. Incluso son varios los que, imitando su cadencia italiana, entonan el “¿Come diche?” que ella lanza a repetición cada vez que no entiende alguna palabra. Elegante, La Cuchi –como la llaman todos- simula no escuchar nada y sigue con su trabajo sin jamás negar una sonrisa a ninguno.

-Mencionó la película que está produciendo. ¿Cómo ha sido su experiencia como productora?

-Ha sido muy, muy difícil. Pero ya llevo producidas más de seis películas y en algunas el trabajo ha sido más simple, sobre todo si trabajás con gente sencilla. Pero también hay películas, ya te imaginarás, en las que cometés errores, las cosas no te salen como esperabas y te encontrás con que has elegido la persona equivocada. Pero en algún momento te acordás de que sólo se trata de una película y tratás de tomarlo con calma.

-Para esta última película se ha rodeado de un gran equipo.

-Y no ha sido para nada sencillo. He contado con un fantástico casting técnico, porque he tenido a Alfonso Arau como director, a Vittorio Storaro en la fotografía [ganador de tres Oscars, uno de ellos por Apocalipse Now, de Francis Ford Coppola], he compartido elenco con una gran actriz como la francesa Anne Parrillaud, la protagonista de Nikita, y la propia Geraldine. Cuando trabajas con directores, fotógrafos o actores tan importantes, siempre es muy difícil satisfacerlos a todos, porque cuando tratás de que uno esté feliz y lo conseguís, resulta que tal vez haya otro que no esté tan feliz. En este caso se trata de una producción realmente grande y por fortuna hemos llegado hasta el final muy bien, porque el resultado ha sido una gran película. Pero también una experiencia agotadora.

-Justamente Storaro tiene fama de ser una persona bastante complicada…

-Pero sin embargo en este caso no ha sido difícil para nada. Es un gran artesano que literalmente trabaja de la mañana la noche. Nunca se detiene, siempre está concentrado. Sabe lo que quiere con exactitud y cómo conseguirlo: lo que sea que tú quieras, él sabe cómo hacerlo. Además tienen una gran conexión con Alfonso [Arau], porque es la tercera o cuarta película que hacen juntos y saben cómo tratarse y colaborar para hacer un gran equipo. Así que no ha sido nada difícil por ese lado.

-¿Entonces en dónde estuvo la dificultad?

-En una producción tan grande, con tantas estrellas, lo difícil precisamente es mover “la máquina”. No es por ellos específicamente, sino por toda la gente que se mueve en torno a las grandes estrellas. Cuando trabajas con un equipo de 150 o 200 personas, lo difícil es organizarlo todo, que todos estén contentos y aun así, que todo esté bajo control. Insisto: prefiero películas como ésta que estamos haciendo aquí, independientes, más simples, con gente que trabaja porque tiene ganas y por el placer de hacer una buena película.

Perfume de mujer.

El rodaje avanza y la italiana ya ha desfilado por los distintos decorados de la película luciendo decenas de cambios de vestuario: la parte masculina del equipo se ha beneficiado siempre con los ubicuos y generosos escotes. Verla llevar un vestido sencillo de un algodón blanco casi agreste, devuelve al presente los viejos fotogramas de Il postino que la memoria se ha negado a descartar. Y como en los recuerdos todo se encadena, su figura trae a la rastra la desmesurada carnalidad de Stefania Sandrelli; la sensualidad salvaje de Claudia Cardinale; hasta el figurín vintage de Gina Lollobrigida. Y por supuesto, las curvas ineludibles de Sofía Loren, voluptuosa reina madre del cine italiano. Justamente su aparición en El cartero le valió la inclusión dentro del exitoso estereotipo de la belleza mediterránea y los amantes de las comparaciones no se hicieron esperar.

-Podés imaginarte que para mí ser comparada con Sofía Loren fue y es un honor muy grande. Ella es una figura que es muy importante para la historia del cine de mi país.

-¿Le gusta el cine italiano?

La verdad que sí: mi piacce molto. Lo que lamento es que ya no existen aquellos grandes directores, ya no hay un Fellini ni un De Sica. Creo que De Sica, al menos en mi opinión, es El director. No hay ninguno como él. Hoy en Italia podríamos hablar de Tornattore, que es un gran director y su modo de hacer películas es fantástico. Pero De Sica ha sido capaz de poner en cada película algo que de verdad es único y lo ha hecho de manera tan sencilla y simple, que difícilmente vuelva a haber algún director con esa sensibilidad. Es una lástima.

-¿En algún momento sintió que el aspecto físico en lugar de ser algo positivo se convertía en un problema?

-Seguro. A veces algunos directores o autores me han dicho que no creen que pueda hacerme cargo de algunos roles porque mi imagen en lo visual es demasiado poderosa. Incluso sin maquillaje o intentado cambiar de aspecto de manera radical, la imagen continua siendo muy fuerte. Por mi parte pienso que cuando se elige a una actriz es por lo que ella puede llegar a entregar en lo emotivo, no por la imagen. La imagen es útil para promocionar una película, pero para hacerla lo importante es lo emotivo. Uno no debe preocuparse por la belleza o por el aspecto físico sino por lo emocional, que es lo único que en definitiva le importa al público.

-Hay un lugar común que asegura que las mujeres demasiado altas o demasiado vistosas, o las muy independientes, intimidan un poco a los hombres. Usted es todas esas cosas: ¿ha sentido ese efecto alguna vez?

-Me ha tocado compartir elenco con actores que preferían no trabajar conmigo, porque suponían que una iba a acaparar toda la atención por ese motivo. En verdad es una situación muy difícil y cuando sucede intento no pensar en eso demasiado. Trato de enfocarme en el trabajo y en lo que tengo que hacer.

-¿Y en su vida fuera del trabajo?

-Tal vez… pero en general creo que no. Estoy cómoda conmigo misma.

-Si tuviera que elegir entre la belleza y el talento o las habilidades emotivas que ha conseguido desarrollar en su carrera, ¿cuál sería su decisión?

-La belleza nos viene; el talento siempre se puede aprender (risas). Era así la cosa, ¿no?

Y de la pantalla a la vida.

María Grazia Cucinotta, que entre risas ha elegido a la belleza sobre el talento pero no tiene un pelo de zonza, sabe bien que el cine es ante todo una instancia de poder.

-Es necesario ser cuidadosos: una película es la forma más fuerte de comunicar que existe hoy en día. Los norteamericanos han conquistado el mundo a través de ellas: en todo el mundo están sus filmes y han sido los primeros en aprovechar esa herramienta. Son ellos quienes nos dicen desde el cine cómo vestirnos, qué comer, qué está de moda, quiénes son los héroes, y bla bla bla.

¿Y es posible adaptar ese método a otras culturas?

Creo que debemos entender que tenemos que hacer películas que representen nuestras culturas, hacer que nuestro cine cuente nuestra propia versión de la historia, para que el público más joven sepa que existen otras formas, otros puntos de vista. Por supuesto, es una gran responsabilidad.

¿Cómo administra su tiempo libre? ¿A qué lo dedica?

Faccio la mamma [Hago de madre]. Pero también soy embajadora del World Food Programme (Programa Alimentario Mundial) de las Naciones Unidas, así que cuando tengo algo de tiempo viajo con ellos en las misiones de socorro. También tengo mis propias organizaciones: una en Bielorrusia, un orfanato para chicos con problemas. El asunto es que cuando nadie quiere adoptarlos y llegan a los 16 años, son encerrados de forma permanente en un hospital mental en Rusia. Y como no queremos que eso suceda, compramos está casa en donde les enseñamos a ser más independientes, a desempeñar distintas tareas y trabajos. La otra es un hospital de pediatría en Botswana para niños infectados con el virus del HIV, en donde los atendemos e intentamos mantenerlos con vida. Creo que esa es la mejor manera en que puedo ocupar mi tiempo libre, porque si uno ha sido tan afortunado como yo lo he sido, entonces debe intentar dar algo a otras personas. Me parece que es la única forma de sentir que soy realmente un ser humano.

A partir del contraste que usted muestra entre la vida de la estrella que decide tender su mano a ese otro mundo tan necesitado, ¿cuál es su percepción del futuro?

Prefiero verlo con esperanza, siendo siempre positiva. No tengo temor; el miedo no es algo que me asuste, porque creo que mientras tengas la esperanza y la oportunidad de hacer algo, entonces tenés que hacerlo. Uno puede cambiar su vida y cambiar la vida de otros, dándoles la posibilidad de cambiar y mejorar sus propias vidas.

Cucinotta en famiglia.

María Grazia Cucinotta ha tenido pequeñas participaciones en dos de las familias más populares de la televisión norteamericana de los últimos treinta años, como lo son Los Simpsons y Los Soprano. En el dibujo animado le tocó hacer el papel de la esposa italiana de Bob Patiño, en tanto que fue parte del capítulo doce de la primera temporada de la saga mafiosa.

-Cuando participé de Los Soprano, la serie recién comenzaba y no era para nada popular, pero de todas formas fue una gran experiencia. Todo el mundo allí trabajaba realmente mucho y siempre es bueno participar de proyectos que luego se convierten en productos tan exitosos. Lo de Los Simpsons fue una experiencia muy distinta y realmente divertida, porque cuando vas ahí no te dan ninguna referencia: el dibujo animado no está, nunca lo ves.

-¿Y entonces cómo se hace?

-Tenés que trabajar con tu voz de acuerdo a lo que te pide el director. Entonces actuás, pero nunca sabés ni quién sos, ni dónde estás ni qué es lo que sucede. Tenés que imaginarte todo y actuar como si hubiera una orquestra sonando y tu marido acabara de salir de la cárcel, y vos fueras una chica italiana sexy y antipática… fue muy divertido. Aunque en algún momento asusta no saber en qué te van a convertir (risas), pero después ellos terminan de dar forma al personaje. Francesca, mi personaje, tiene pelo negro muy largo, unos dientes y unas tetas enormes y esa voz chillona que me pidieron.

-Parece haberlo disfrutado mucho…

-Fue divertido; ser parte de un dibujo animado es una de las cosas más agradables que me ha tocado hacer como actriz. Sobre todo porque no tenés que preocuparte por el maquillaje (risas).


Entrevista completa. Publicada parcialmente en la revista C del diario Crítica

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