lunes, 25 de octubre de 2010

CINE - Entrevista con Luis Barone, director de Zenitram, Hay un argentino que vuela: Odisea del héroe albiceleste

“Ahora vienen por el agua” decía hace poco un eslogan, alertando a los ciudadanos sobre la recién “descubierta” riqueza acuífera, ahora pretendida por el mundo entero. En el futuro que imaginaron entre el escritor Juan Saturain, autor del cuento Zenitram, y Luis Barone, director del film homónimo, los invasores ya están aquí con su mejor máscara corporativa y, en efecto, vinieron por el agua. En una Buenos Aires colapsada, un recolector de basura de apellido Martínez recibe en un baño público ciertos poderes que lo convierten en Zenitram, un superhéroe que, como no podía ser de otro modo en la Argentina, surgido del lumpen se gana la admiración de todo el pueblo. El ascenso de Zenitram es vertiginoso: el poder político intenta ponerlo de su lado y junto con la gloria llegan los excesos, las drogas, las mujeres. Otro héroe argentino que amenaza con terminar mal: la argentinidad al palo. Luis Barone sabe que la condensación del folklore sobre los argentinos es el soporte de su película. “La argentinidad para bien o para mal está en nosotros y está puesta en la película. Es eso que nos sucede todos los días; a veces lo odias con toda tu alma y otras lo adorás”, dice.
Zenitram da por sentado el destino trágico de los héroes vernáculos, pero en la lista de ellos intercala a uno que todavía no ha tenido un final. “Uno que viene zafando”, ríe Barone. “No: de Maradona se dice en la película ‘mirá como terminó’, pero no se lo da por muerto”.
-Pero parece haber mucho de Maradona en Zenitram.
-Sí, claro. Es que el de Zenitram pretende ser el camino del héroe en la Argentina. Lo que creo que hay en la película de Diego es el intento del poder de apropiarse de algo que se generó de manera libre, silvestre. El talento de Diego no es algo que haya surgido de las instituciones ni del orden político y lo mismo pasa con Zenitram.
-En la Argentina de hoy, polarizada como hacía tiempo no ocurría, está claro que Zenitram no representa a ninguna de estas dos mitades de la moneda.
-No, Zenitram está tratando de aprender a manejar sus poderes, que lo asustan y con los que no sabe qué hacer, y ese miedo lo lleva a cometer errores. En la medida que pueda reconstruir ese saber que le llega en forma fragmentada, recién entonces puede hacer lo que debe, una tarea que lo trasciende.
-En tiempos de Bicentenario eso vuelve a hablar de la Argentina, del país rico de Sarmiento y Alberdi que no ha sabido que hacer con su potencial.
-Y no, no hemos sabido… pero para mí la Argentina y la argentinidad no son tan importantes. Y hoy deberíamos esforzarnos más por ser latinoamericanos. El relato de la Argentina nos ha traído hasta acá, con nuestras contradicciones entre civilización y barbarie, con una falta de integración real. Creo que el único momento de cierta organización se dio durante el primer peronismo, que ahora el arte rescata desde lugares muy distintos a la mera oposición gorilas/ peronistas. El desafío de hoy es ver de qué modo nos integramos con Brasil en una nación sudamericana en serio, a la que podríamos aportarle esa mezcla de peronismo y Sarmiento, de chicos con guardapolvos blancos y un pueblo instruido.
-Y en ese contexto regional, ¿sería útil Zenitram? ¿No competiría con los brasileros?
-De hecho se está escribiendo una segunda parte de Zeni, en la que se enamora de una súper heroína brasilera, una especie de Carmen Miranda con frutas en la cabeza.
-En la estética plástica de Zenitram hay referencias constantes a la iconografía de aquel primer peronismo que mencionaba hace un rato.
-Eso lo trabajamos con Martín Oesterheld y Daniel Santoro, los directores de arte. Daniel reclamaba que nos permitiéramos la desmesura para crear esa suerte de construcción ministerial de aquel primer peronismo, que recuerda a una frase que decía que “Buenos Aires es la capital de un imperio que nunca existió” (risas).
-Sin embargo esa mirada “peronista” del film no excluye la posibilidad de la crítica hacia adentro.
-Nunca quisimos hacer de Zenitram una película peronista, sino representar a cierto arquetipo nacional. De todas formas, el peronismo que yo conozco desde chiquito siempre estuvo lleno de humor, de una mirada divertida hacia sí mismo. Los peronistas somos irreverentes con todo, incluso con nosotros: somos una cosa insoportable… pero sobre eso después quiere montarse todo el mundo. Aunque hoy son pocos los peronistas que vienen desde allá y muchos los que llegaron de la UCD (risas).
-O de Colombia…
-También (risas).
-Al Justicialismo entonces le hace falta un Zenitram.
-(Risas) Sí, me parece que sí. Y a la Argentina también. Pero creo que va a aparecer.


Artículo escrito para la revista Ñ del diario Clarín, que nunca llegó a publicarse.

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