miércoles, 19 de enero de 2011

CINE - El turista (The tourist), de Florian Henckel von Donnersmarck: Ligero suspenso tolerable

Hollywood se ha nutrido desde siempre con el talento de artistas del mundo entero, que tras ser profetas en su tierra son tentados por la industria del cine más poderosa del planeta. En la mudanza al valle de California, algunos consiguen superar la presión de supeditar el arte al negocio, y otros acaban empeñando el mucho o poco prestigio que hasta allí hayan conseguido por su cuenta. En ese contexto, el caso de Florian Henckel von Donnersmarck es de manual. Luego de arrasar con casi cualquier premio que se le puso delante con su ópera prima La vida de los otros (incluyendo el Oscar a Mejor Película en Lengua Extranjera en 2007), el alemán fue tentado para ir a jugar en las grandes ligas y el resultado de esa incursión es El turista, un thriller muy ligerito en varios sentidos. A pesar de encontrarse a años luz del nivel alcanzado con su debut (que aunque es un gran film y cuenta con una labor protagónica notable del fallecido Ulrich Mühe, tiene algunos costurones evidentes) y sin ser un clásico del género, El turista resulta una experiencia efectiva en tanto consigue mantener entretenido al espectador a lo largo de la proyección.
Un signo de los tiempos que contiene El turista es la elección de escenarios europeos para recibir el desarrollo de una narración que, de algún modo, remeda las viejas historias de espías donde alguien era perseguido por los servicios de seguridad de distintos países. No hace falta escribir una lista de las películas que en los últimos diez años se sostienen en esta misma premisa; alcanza con mencionar la trilogía Bourne, tal vez la responsable de reimplantar con éxito este molde. Todo comienza con una escena en la que Elise (Angelina Jolie) camina por una angosta callecita francesa, seguida a escasos diez metros por una camioneta que en su anónimo color negro no puede ocultar su naturaleza policial. Elise parece no prestar atención ni a la camioneta ni al silencioso despliegue de observadores que la rodea cuando se sienta en la mesa de un bar ubicada en la vereda, tal vez para facilitar la tarea de ese ejército de voyeuristas.
Esta escena de apariencia trivial es clave para entender cuál es el juego que propone Von Donnersmarck. En primer lugar, alertar al espectador: en ese ridículo dispositivo de vigilancia hay más de parodia que de pretensión realista y enseguida llegarán otros indicios que lo confirman. Para empezar, el personaje de Jolie será el deliberado blanco de todas las miradas de la película, desde los policías de Londres, París o Venecia, pasando por cada extra hombre o mujer que se cruce con ella. O el breve homenaje a Contacto en Francia que representa la escena en que ella burla a sus perseguidores en el subte. O la forma en que la policía reconstruye esa carta que Elise recibió y quemó por consejo del remitente, recursos sutilmente revestidos de seriedad, pero que no dejan de recordar a los métodos de Control en la eterna batalla con Kaos.
En la carta alguien le pide a Elise que viaje a Venecia y que en el tren despiste a sus posibles vigilantes, eligiendo la compañía de alguien de contextura similar a la de quien le escribe. El elegido será Frank Tupelo (Johnny Depp), un profesor de matemática norteamericano, fanático de las novelas baratas de espías (otro guiño), quien de inmediato quedará fascinado con la mujer. El truco funcionará a medias: al principio la policía cree que Tupelo es Alexander Pierce, un peligroso delincuente financiero a quien intentan atrapar siguiendo a Elise. Pero aunque luego nota el error, ya es demasiado tarde para detener los rumores. La noticia llega a oídos de Shaw, un banquero mafioso a quien Pierce estafó, dispuesto a cobrarse el chiste a como dé lugar. Esa confusión y el progreso de la relación que comenzará a ligar cada vez más a Frank y Elise motorizarán lo que queda de la película.
Aun con las pistas burdas que el guión va plantando (la mención a Jano, el famoso dios romano de dos caras, es un buen ejemplo) y a sabiendas de que tal vez El turista sea más una excusa para pasar unos días en Venecia (algo así declaró Angelina a una revista) que un film del cual enorgullecerse, el resultado final no deja de ser moderadamente entretenido. Si se consigue reconocer que El turista nunca se toma a sí misma demasiado en serio, y a eso se le suman los encantos de Jolie y Depp (que aunque no transmiten química alguna en su interacción, no dejan de ser dos intérpretes eficientes), se estará en condiciones de disfrutar de esta película. Aquellos que no se crean capaces de ese moderado esfuerzo, mejor que elijan ver otra cosa.


Artículo publicado originalmente en la sección Cultura y Espectáculos de Página 12.

No hay comentarios.: