jueves, 9 de junio de 2011

CINE - Alberto Li Gotti, una pasión cinéfila, de Roberto Ángel Gómez: Películas para todos

Hablar de cine es hablar de muchas cosas a la vez. De espectáculo y también de arte; de moda y de nostalgia; de tecnología e historia. De presente, pasado y futuro. De amor, de celos, de memoria. Desde cualquier lado posible, cuando se habla de cine siempre se habla de pasión y desde ahí no hay forma de que todo lo que se diga no termine siendo personal. Roberto Ángel Gómez lo sabe, y usó la idea cuando debió encontrarle un nombre a su nueva película, el documental Alfredo Li Gotti, una pasión cinéfila, en la que se propone contar la historia de uno de los más reconocidos coleccionistas de cine de la Argentina. El trabajo de Gómez va recorriendo la memoria de Alfredo Li Gotti como librado al capricho de los recuerdos. Sin embargo hay un itinerario trazado, que tiene la virtud de volverse más nítido con el final de la película y mientras más pasa el tiempo, más claramente se nota.
Alfredo Li Gotti es hijo de una pareja de inmigrantes italianos instalados en La Boca durante las primeras décadas del siglo XX, criado entre las canzonettas napolitanas de una madre cariñosa y un padre que recelaba de las muestras de afecto. Su historia es el retrato de una época: la de las orquestas típicas, la de los grandes espectáculos del teatro de revistas, la de los cines de barrio. Y Alfredo se reconoce en el perfil de ese pasado. Recuerda con nostalgia cuando se sentaba en el banco de una plaza, frente a la casa de Juan de Dios Filiberto, para escuchar gratis al Maestro. Recuerda el día que cruzó la calle para golpearle la puerta y decirle que quería estudiar música con él. Pero tuvo la desgracia de que lo atendiera la madre del Maestro y le cerrara la puerta en la cara, mientras le decía con pocas ganas que su hijo no tenía tiempo para eso. Recuerda a aquella nena con la que se cruzaban caminando por el barrio y se miraban, porque vivían medianera de por medio. Ella sabía que era él quien cantaba esas canzonettas aprendidas de la madre y también que eran para ella. Alfredo recuerda que fue ese su primer amor y que la chica se llamaba Nené: tenía 12 años, nunca se hablaron y tampoco la volvió a ver. Pero no la olvida.
La historia de Alfredo Li Gotti es la de un coleccionista de cine, que como todos los coleccionistas –lo confirman los testimonios de otros, entre ellos el crítico Fernando Martín Peña– siente devoción por el objeto deseado, pero también por todo un universo de fantasmas amados a los que es difícil dejar partir. Con ternura, don Alfredo cuenta el cuento de su vida, de su carrera trunca como cantante lírico; de las temporadas como integrante de la compañía de Mariano Mores; de sus tantos años como empleado de Segba (la vieja compañía estatal de electricidad), un trabajo al que le dio el cuerpo pero nunca el alma. Respetado entre los hombres de cine, Alfredo Li Gotti tiene una de las colecciones privadas más importantes del país y hace 20 años construyó su propia sala de cine –a la que bautizó con el nombre de su mejor amigo–, para compartir sus tesoros con cualquiera y sin cobrar un peso. La palabra clave vuelve a ser pasión. Alfredo Li Gotti, una pasión cinéfila se proyectara durante todo el mes de Junio en la sala Cosmos-Uba, del Centro Cultural Rojas, y en el espacio Malba.Cine.


Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.

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