viernes, 9 de septiembre de 2011

CINE - El estudiante, de Santiago Mitre: Charla con el candidato a vicepresidente Cristian Castillo

Es cierto que el cine nacional abunda en cine político, que se producen películas interesantes que desbordan materia política, social, ideológica. También es cierto que la ficción política es casi inexistente. Esa es una de las buenas noticias que trae el estreno de El estudiante, opera prima de Santiago Mitre, conocido sobre todo por los guiones escritos para las dos películas más exitosas de Pablo Trapero, Leonera y Carancho. Como en ellas, El estudiante se desarrolla en un microcosmos pasible de inumerables fantasías para los no iniciados. Si Leonera tenía lugar en el infierno carcelario y Carancho en un bajo mundo que reunía abogados y médicos en torno a los accidentes de tránsito, en El estudiante Mitre nos propone un paseo no menos sórdido por los laberintos de la Universidad de Buenos Aires (UBA), donde el estudio va de la mano del sexo y sobre todo de la política. “El origen de la idea fue mi necesidad de retratar el espacio de la universidad pública” dice Mitre, “porque hay algo de lo arquitectónico y del movimiento que tiene la institución que me interesaba y me parecía filmable, casi como un estudio fotográfico.” Pero es imposible pasar por la UBA sin que la política salga de inmediato al cruce. Eso lo saben todos los  que han concurrido a tomar clases en cualquiera de sus facultades y es exactamente lo que le pasó a Mitre. “Imaginé a Roque Espinosa, una especie de muchacho medio perdido, medio seductor, que está más preocupado por las chicas que por el estudio”, confirma el director. “Con él apareció la idea de mezclarlo con el ambiente de la facultad y la política es algo muy presente para alguien que llega por primera vez ahí.”
La película transcurre en la Facultad de Sociales, entre la multitud de agrupaciones militantes que abarrotan los pasillos con afiches, pintadas, consignas y banderas de todas las orientaciones políticas posibles. Y de allí pasa a los grandes acuerdos subterráneos donde las camarillas se reparten los espacios de poder. El estudiante es definitivamente un gran thriller político, género infrecuente en la cinematografía local, capaz de atrapar al espectador en su red de pactos y contrapactos, de convicciones firmes pero también de lealtades traicionadas. El seductor personaje de Roque Espinosa (y el gran trabajo de Esteban Lamothe en su interpretación) es fundamental para hacer de El estudiante un relato cautivante.
Cristian Castillo es sociólogo y profesor universitario. Pero además es candidato a vicepresidente por el Frente de Izquierda en las elecciones de Octubre próximo, en formula con Jorge Altamira. Y empezó su carrera política justamente como militante en la Facultad de Sociales. Nadie más oportuno que él para ver la película de Mitre desde una perspectiva interna y poner a prueba los verosímiles y mitologías que en ella pudieran jugarse. “La película muestra que en la universidad hay dos formas de hacer política” afirma Castillo. “Una donde se maneja la gestión y otra, que quizá está más esbozada en la primera mitad del relato, que es la de la militancia contestataria frente a ese orden. Uno, con muchos años de trabajo universitario, sabe que efectivamente la forma en que la película muestra cómo se hacen los acuerdos en la gestión universitaria son parte de la realidad, que es la forma corriente en el que se acuerda el reparto de los lugares de poder”, completa el candidato a vicepresidente. Y concluye: “creo que si uno mira a la sociedad completa, esas dos formas también están presentes.” Invitados a debatir sobre El estudiante, director y político accedieron a compartir una charla.
-¿El mundo de la política universitaria es una muestra que refleja fielmente la forma de hacer política en la Argentina?
Castillo-Refleja un aspecto. Si analizás la política en el movimiento obrero y los sindicatos, también verías un contraste entre la burocracia fuertemente corrupta, ligada a los negocios, y del otro lado una militancia de base que trata de sacárselos de encima. Un ejemplo claro de por dónde se corta el hilo entre uno y otro extremo dentro de la UBA es la diferencia que existe entre los salarios de los cargos de gestión y los de docencia. Los que están en la gestión llegan a cobrar el doble o más del que está en los cargos de docencia. Ese atornillarse en los sillones tiene una base material importante: detrás hay un estatus económico conseguido que no se quiere perder.
-¿Creen que el ingreso a la vida política es parte de la formación que provee al individuo la institución universitaria?
Mitre-Hay muchos prejuicios en torno a los militantes fuera de la facultad, pero también dentro de ella hay mucha gente que no los soporta. Creo que la película logra derribar unos cuantos de esos prejuicios. A pesar de que el protagonista no es específicamente alguien que se destaca por su retórica o capacidad intelectual, ves que está rodeado de tipos que son cuadros un poco más formados. Incluso ese personaje más combativo, que parece pertenecer a una agrupación de izquierda, es capaz de discutir con los docentes con argumentos. Durante la investigación que hice antes de rodar, comprobé que muchos de los dirigentes de las agrupaciones son alumnos destacadísimos en sus carreras.
-¿Cómo ves el retrato que hace la película acerca del modo en que la universidad también forma a sus alumnos en política?
C- Formación y también deformación, porque como te decía, no hay una sola política. Eso es expresado por los personajes centrales de la película. De hecho para el radicalismo la universidad funcionaba como plataforma para una carrera política, del mismo modo que los sindicatos lo son para el peronismo: hasta el 2001 más o menos, lo que tallaba fuerte en la política universitaria era la Franja Morada. Después hubo una implosión post De La Rúa y el juego se abrió más. Pero el sistema sigue siendo completamente anti democrático y oligárquico, donde muy pocas personas tienen una capacidad de decisión política enorme y los más acomodados, los más conservadores, tienen la mayor capacidad de representación. La película muestra muy bien como se hace esa negociación y eso me parece un hallazgo. Porque más allá del elemento de ficción que evidentemente tiene, uno sabe que las cosas en la política universitaria se negocian así. Se trata de un sistema de fuerte cooptación, que el protagonista consigue romper a través del rechazo en el momento determinante de la película.
M-Pero lo que el protagonista rechaza no es la política, sino ese modo de hacer política que se le propone, porque sabe que por ese camino a la larga se llega a la traición.
C-No es un rechazo a la política en general.
M-Claro, porque el camino que ha hecho el tipo hasta ahí lo convirtió en alguien que se da cuenta de que la política lo apasiona, y seguramente seguirá haciendo política, aunque es muy posible que no del mismo modo.
-¿Por qué el peronismo es marginal en la película?
M-Sobre todo porque desde su creación la Universidad es tradicionalmente radical, como dijo Cristian. Entonces narrar a esta institución era un poco narrar también ciertos aspectos del radicalismo. Si la narración hubiese sido en un sindicato, seguramente se hubiese narrado el peronismo. Pero la realidad es que en la Universidad el peronismo casi no existía hasta hace muy poco. Yo mismo lo viví durante el rodaje: en las asambleas no había agrupaciones Nac&Pop hasta después de la muerte de Kirchner. De hecho, vi como chiflaban a agrupaciones ligadas al kirchnerismo.
C-Lo que pasa es que el radicalismo durante el gobierno de Alfonsín logra cooptar un sector del progresismo muy importante, un sector que incluso estaba históricamente ligado al Partido Comunista, que pasa a formar parte de la gestión de la UBA con Shuberoff. Por eso el personaje del referente Acevedo es absolutamente verosímil: el progresista que acuerda con el más conservador a cambio de un espacio de poder. Pero también sé que una película es una película y sería un error mirarla con otros ojos. No podemos perder de vista que estamos mirando una película donde se entremezclan elementos de la ficción y de la realidad.
-¿Cómo te sentiste, Cristian, viendo desde afuera ese mundo que para vos es cotidiano?
C-Resultó interesante como sociólogo, porque pude estar del otro lado, frente a cómo nos ve alguien que no estudió en la UBA, ver cómo es la mirada de alguien que nos estuvo investigando. A mi juicio ha captado muchos elementos de manera certera: creo que muchos se van a ver interpelados y eso no les va caer simpático.
-Llama la atención la elección de los nombres de algunos personajes, sobre todo el nombre de Viñas.
M-Son nombres que surgieron de asuntos personales. Pero puedo decirte que empecé trabajando con la estructura de un cuento de Borges…
-Claro, Acevedo es un nombre borgeano.
M- Bueno, sí. En ese caso es por un personaje de ese cuento que se llamaba Acevedo Bandeiras.
-De todas formas me quedan dudas de que el nombre de Viñas aparezca de forma inocente. Sobre todo viendo que ese personaje representa lo más conservador de la política universitaria, es decir lo opuesto del Viñas real.
M-Es que realmente es inocente y nos sorprendió mucho la asociación.
-No debería sorprenderte: Viñas es un nombre muy fuerte dentro de la historia de la UBA.
M-Pero cuando escribí el guión e incluso durante el rodaje, la verdad que Viñas era una figura que no estaba muy presente en la escena pública o intelectual. Pero desde que falleció volvió a tener la envergadura que tenía. Entonces ahora la película también se puede leer en ese sentido.
-Qué creés que le aporta tu película a la forma de mirar la política.
M-Me parece interesante que haya ficciones que problematicen la política y su práctica. El cine tiene la capacidad de ser un objeto accesible, todo el mundo está acostumbrado a consumir materiales audiovisuales, entonces que haya un material de este tipo, que sirva como objeto de discusión para ámbitos más amplios, me parece algo interesante que el cine argentino hizo bastante poco. Y cuando lo hizo, fue de manera militante. Esta película tal vez es un poco más abierta y eso puede ser lo que le da esa condición un poco polémica.
-Y vos Cristian, ¿creés que la ficción es una buena herramienta para empezar a hablar de política?

C-Desde ya. La ficción es una herramienta para pensar desde temas políticos hasta grandes problemas filosóficos. Siempre que no lo queramos ver como una lectura directa de la realidad, porque en medio está el trabajo del creador. Creo que el gran mérito es que
El estudiante logra captar el modo en qué funciona la política desde arriba en la universidad. Yo tal vez la leo así porque formo parte de la respuesta y la crítica a ese sistema.
-Tratando de correrte del Castillo político: ¿qué dice el Castillo cinéfilo?
C-Que me gustó la película y desde ya la recomiendo.

LOS MISTERIOSOS CLAUSTROS UNIVERSITARIOS

El estudiante cuenta la historia de Roque Espinosa, un muchacho que llega a Buenos Aires para empezar una carrera en la facultad de Sociales de la UBA, pero su preocupación pasa por las chicas antes que por el estudio. Tras comenzar una relación sentimental con Paula Castillo, una joven profesora que milita activamente en la agrupación Brecha, Roque comenzará a descubrir que lo que lo apasiona es la política. En las reuniones de Brecha conoce a Acevedo, el líder y referente de la agrupación y a partir de pequeños encargos, comenzará a crecer en la organización, hasta convertirse en su hombre de confianza. Santiago Mitre considera que su película “es un relato básico bastante universal: la historia de alguien que llega a un lugar que desconoce, entra en contacto con una serie de reglas que va aprendiendo y va ascendiendo en esa estructura, hasta verse enfrentado a una decisión final.” Y con algo de orgullo cuenta un dato curioso que ayuda a entender el carácter mítico de su relato: “Hace poco escribieron en un medio norteamericano que el protagonista era “una especie de Anakin Skywalker universitario”.
Evitando un punto de vista omnisciente, el relato avanza siempre a la par del protagonista y el espectador “nunca sabe ni más ni menos que él”, una acertada elección narrativa que acentúa el entramado de acuerdos que ocurren fuera de campo. “A partir de eso la película toma cierta forma de thriller, aunque me llamó la atención cuando la empezaron a llamar así, porque nunca la pensé de esa manera”, se sorprende el director. “Es que hay algo de la práctica política”, concluye, “de la tensión que genera, de ciertas intrigas en el manejo de la información, que colocan a la película en ese punto”. Intriga política, entonces: una bienvenida aparición entre los géneros abordados por el cine argentino.


Versión aumentada del artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.

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