sábado, 22 de septiembre de 2012

CINE - Cierra hoy el Festival Internacional de Cine de UNASUR: Momento de definiciones

Sin prisa pero sin pausa pareció ser el lema del 1° Festival Internacional de Cine de Unasur, que se realizó en la ciudad de San Juan desde el sábado pasado y que tendrá hoy por la noche su cierre. Embebido en la parsimoniosa cadencia de la ciudad que lo ha alojado durante toda esta semana, el Festival ofreció a los sanjuaninos una pequeña pero atractiva programación, que se vio recompensada con salas bastante concurridas y con las funciones nocturnas siempre agotadas. El hecho confirma el valor de este tipo de iniciativas, que hacen pequeños fenómenos de películas que durante sus estrenos comerciales pasan sin tanta repercusión. Convertido en una suerte de evento social y sostenido por una selección que se apoyó sobre todo en la inclusión de películas básicamente narrativas, lejos de las intenciones radicales e innovadoras de festivales de vanguardia (verbigracia el BAFICI), el Festival de Unasur consiguió el objetivo de hallar un público. Aun con sus fallas, nacidas sobre todo de la inexperiencia que significa un debut. Las competencias de Ficción y Documental van perfilando sus favoritas, o al menos eso puede intuirse al escuchar los comentarios de los espectadores a la salida de los cines. Entre los films de ensayo han tenido una muy buena recepción Sibila, producción peruano-chilena de Teresa Arredondo; Tropicalia, del brasileño Marcelo Machado; y El etnógrafo, del argentino Ulises Rosell. En tanto que dentro de la rama Ficción han sido muy bien recibidas La hora cero, película de acción venezolana dirigida por Diego Velazco; la colombiana Karen llora en un bus, de Gabriel Rojas Vera, y la argentina Infancia clandestina, de Benjamín Ávila. Justamente esta última propone un dispositivo narrativo infrecuente, que es el de abordar una temática compleja como la lucha armada de Montoneros en la Argentina durante la última dictadura militar, a través de la mirada de un niño. Lo cual es interesante, pero que no sería tan curioso si no lo compartiera con otra película. Se trata de Las malas intenciones, de Rosario García-Montero, que intenta lo mismo para trazar un perfil de los años de Sendero Luminoso en el Perú. Aun con ese notable punto común de tener en dos niños a sus protagonistas principales, son enormes las diferencias que separan desde lo formal (y hasta en sus lecturas políticas y sociales) a estos dos trabajos. Mientras la película de Ávila se sostiene en una narración de tono realista que va volviéndose extraña a los ojos del espectador adulto, hasta llevar el tema de la resistencia durante los años de plomo a límites en donde todo es puesto en cuestión y plantear una posible crítica a la lucha desde su propio seno. De manera casi opuesta, en la película peruana la visión de Cayetana, la niña protagonista, ya es planteada como un espejo deformante utilizado para magnificar una mirada de clase, siempre exterior pero no por eso menos descarnada, del accionar de Sendero Luminoso. Aun con estas diferencias, ambas películas comparten un tono crítico que siempre es bienvenido a la hora de abordar una historia repleta de heridas abiertas. En esa misma línea, no debe dejar de mencionarse la inclusión fuera de competencia del documental Parapolicial Negro, una prehistoria de la Triple A, dirigida por Valentín Javier Diment y basada en una crónica policial que el periodista Ricardo Ragendorfer, columnista de Tiempo Argentino, publicó hace años en la revista Caras y Caretas, acerca del origen de aquella organización parapolicial durante el último gobierno de Perón. Tres películas que dejan en claro la intención de abrir debates que ha tenido la programación de esta primera edición del Festival de Cine de Unasur que va llegando a su final. Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.

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