martes, 17 de septiembre de 2013

CINE - 2° Festival Internacional UNASUR Cine - Entrevista con Nicolás Favio, hijo de Leonardo Favio

Comenzar un festival de cine latinoamericano con un homenaje a Leonardo Favio es una declaración de principios cinematográ- fica. Eso hizo el viernes pasado el Festival Internacional UNASUR Cine, el encuentro que justamente reúne una interesante selección de lo que ha producido recientemente la industria del cine en Sudamérica. Y no estuvo mal el homenaje a Favio, porque consiguió hacer pie en la obra artística de este enorme director, pero sin limitarse a exponer sólo los méritos acumulados en sus películas, los más fáciles de destacar, sino que puso en primer plano sobre todo su obra musical. Que tiene mucha relación con su cine, en tanto ha tenido un papel preponderante en las bandas sonoras de sus propias películas, pero que sobre todo se cimenta en su menospreciado lugar dentro de la música popular latinoamericana. El foco del tributo estuvo puesto en la recreación de varios fragmentos musicales emblemáticos de sus películas, como aquel en que la bailarina Natalia Pelayo representó una de las bellas coreografías de Aniceto, última película del director. O el famoso leitmotiv de Juan Moreira, interpretado por la Camerata de San Juan y el Coro de la Universidad Nacional de San Juan, con dirección del músico Luis María Serra y el guitarrista Pocho Leyes, ambos productores de esa banda original y colaboradores muy cercanos a Favio, y la soprano María Barrios a cargo de la voz principal. Sin embargo el centro emotivo y verdaderamente popular de la noche estuvo a cargo del músico y cantante Nicolás Favio, hijo del homenajeado.
Nicolás realizó un mini recital en el que incluyo sentidas y vibrantes interpretaciones de algunas de las canciones de su padre, que tuvo su pico de emoción cuando llegó el turno de una energética versión del clásico “Pantalón cortito”, coreada por un auditorio desbordado en su capacidad y gente abarrotada hasta en las escaleras. El cierre de la presentación de Favio hijo no podía ser más apropiado, con el músico a cargo de la guitarra y María Barrios en la voz líder, interpretando una dulce versión de “Que se parece a Jesús”, canción que pone en evidencia la sensibilidad popular de la poesía de Leonardo Favio. “Cada vez que escucho esa canción pienso: ‘quiero ser como él’, pero es muy difícil”, confiesa Nicolás Favio, declarando un amor incondicional por la obra musical de su padre. “No soy cineasta, soy músico, entonces no puedo decir nada de sus películas que ya todos no sepan. Pero como cantante y compositor me parece cada día más grosso: ¡cómo canta mi papá!”, insistió el músico, que en estos momentos se encuentra preparando un disco producido por el guitarrista Pilín Masei, también presente en el homenaje. “Tenía la voz como un trueno”, dice Nicolás sobre su padre, “porque cuando abrió la boca y se enteraron en todo el continente. Nadie puede cantar como él: si Beethoven hubiera cantado, lo habría hecho como mi papá, siento que tienen el mismo temperamento sentimental y pasional.” 
Pero hablar de Leonardo Favio con su hijo es también hablar de política, de la dictadura, del exilio que su familia debió soportar tras el golpe cívico militar de 1976. “Todavía me queda un poco el acento de cuando vivimos en Colombia. Pasé ahí mi niñez y mi adolescencia, de los 8 a los 17 años, y ahí empecé a tocar música. Pero antes de eso vivimos por todas partes: empezamos en La Plata después México, La Plata de nuevo, Mendoza, Las Catitas, en México. Y al final Colombia: fuimos por 6 meses y nos quedamos 10 años.”  

-¿Ese fue el recorrido del exilio?  
-Claro. Pero mi papá había empezado a viajar antes. Salía de la Argentina para cantar y sus giras duraban 7 meses por ahí. Entonces cuando tuvimos que irnos, decidimos ir a México, porque de ahí por ejemplo se iba quince días a Ecuador y volvía a vivir dos semanas con nosotros, se iba otros quince días a Colombia y volvía. Así era el trabajo de él. Mi mamá lo acompañaba al principio, cuando podíamos quedarnos con mis abuelos y después lo empecé a acompañar yo, cuando ya trabajaba con él. 
-¿Tocabas en su banda?
-¡No! Era plomo, cargaba equipos y esas cosas. Igual ya me había metido en el tema de la música y aprendía mucho estando con sus músicos.  
-Es decir que durante el exilio tu papá vivía de la música.  
-Sí. Le ofrecieron filmar en Colombia, pero el no quiso, porque decía que necesitaba conocer a fondo la idiosincrasia de un pueblo. Yo me hice colombiano enseguida, porque los niños se adaptan rápido. En cambio él tenía otra carga encima, quería volver acá. Volver para contarle al pueblo su historia, eso es lo que yo creo. Él no volvió para poder filmar, sino que vino a contarle al pueblo su historia, de eso puedo darme cuenta recién ahora.  
-Debe haber sufrido mucho en el exilio.  
-Todos sufrimos muchas cosas, muchas. El arrancarnos de mis abuelos maternos, que eran parte de la familia, pero no podíamos irnos todos. Eso sí que fue… ¡ah!  
-¿Qué edad tenías cuando pasó eso?  
-La primera vez fue en 1976, cuando tenía 5 años y fue muy duro porque con mi abuelo nos manteníamos juntos todo el día. Más que con mi papá y mi mamá. Si mis papás se iban a mi me importaba tres carajos, pero mi abuela y mi abuelo eran mi mundo. Eran los que me soltaban la bolsa con todos los juguetes, la Pelopincho… fue un quiebre para todos. 
  -¿Qué recuerdos tenés de entonces?
-De mi más pequeña niñez tengo memoria de un show de mi papá, o dos. Después ya estaba prohibido. Me acuerdo que un día el ejército entró a mi casa y mi abuelo escondió una foto que tenía de mi papá con Perón, porque alguien le había avisado que venía la requisa. Me acuerdo que me desperté y tenía toda la cama rodeada de soldados, porque revisaban todo, por todos lados. Mi abuela les gritaba: “¡no asusten al nene!”. Todavía me acuerdo de la cara de vergüenza de aquellos hombres.
-¿Y qué sentís hoy por esos hombres?  
-Un desprecio total. Qué no vuelvan nunca más. Pero eso no lo tengo siempre en la cabeza, porque sino no viviría, y soy una persona que disfruta todo el tiempo.  
-¿Hay algo de herencia paterna en ese vivir disfrutando?
-Mi familia es así y yo tengo sólidas raíces. Mi papá disfrutaba de la vida también, pero eso es más de mi mamá. Por ejemplo, a los siete años le tenía mucho miedo a los retenes militares, y cada vez que veíamos uno en la ruta me ponía de todos los colores. Porque a los siete años ya sabía lo que pasaba. Sin embargo mis padres siempre tuvieron un modo creativo, entonces por ahí pasábamos un retén y mi mamá sacaba enseguida unas empanaditas que tenía guardadas, mi papá ponía a Facundo Cabral, parábamos a la orilla de la ruta, tirábamos una manta ahí y mamá nos contaba historias. Y con eso nos sacaba el estrés que nos producía esa situación. Porque yo era un nene, pero ya sabía que mi papá estaba prohibido y cuando entraba en un retén veía las fotos de los “buscados”, de “los subversivos”. Los compañeros perseguidos, en realidad. Me acuerdo que ponía cara de mirar para otro lado, mi mejor cara de boludo, porque me sentía parte de ellos. Sabía que nos estaban buscando y que podía pasar cualquier cosa. Eran situaciones en que la familia corría mucho riesgo, porque papá era un personaje de perfil muy alto en todo el continente, y podían atacarlo a él a través de nosotros.  
-¿Alguna vez te incomodó ese alto perfil que decís que tenía tu viejo?  
-No, porque mi papá no era famoso: era querido.  
-¿Cuál es la diferencia?  
-Famoso puede ser cualquiera, pero a mí papá la gente además lo quería. Todavía me pasa: puedo ir a Chile, a Dominicana, y cuando se enteran de que soy hijo de Leonardo Favio te abren las puertas de su casa. ¿Cómo responder a eso? Con cariño, con respeto, con gratitud. Es cariño lo que mi papá despertaba en la gente.  
-¿Y esa herencia de cariño te genera alguna responsabilidad?  
-Obviamente. Es una bella responsabilidad.  
-¿Y tu camino en la música?  
-Esa es una responsabilidad conmigo. A él no le va a importar si hago buena o mala música. Él querría que lo hiciera lo mejor posible, pero por mí. Mi responsabilidad es hacerlo lo mejor que pueda, porque amo lo que hago, y ya con eso sé que voy bien. 

   

Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.

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