viernes, 31 de enero de 2014

CINE - "Ajuste de cuentas" (Grudge match), de Peter Segal: La pelea del siglo que no fue

No importa cuántas innovaciones sean capaces de generar ni cuánto dinero inviertan en tecnología aplicada al cine: la fórmula del éxito del cine estadounidense reside en respetar, proteger y perpetuar el statu quo de una industria conservadora. Hecho que siempre ha sido notorio pero que ha alcanzado su esplendor en pleno siglo XXI. Un buen ejemplo es la epidemia de películas pensadas para extraer las últimas pepitas de unas cuantas gallinas de los huevos de oro ya viejas. Películas crepusculares en las que estrellas entradas en años emulan, en clave de parodia y con suerte dispar, aquellos roles que los hicieran populares décadas atrás. Como suele ocurrir, el plan a veces funciona y otras no tanto. Sylvester Stallone y Robert De Niro son dos de esas gallinas viejas que en los últimos tiempos, forzados por la edad, se dedicaron a dar otra vuelta de tuerca a sus perfiles habituales.
A priori, la idea de juntarlos para interpretar a dos boxeadores retirados que arrastran una irreductible rivalidad de tres décadas suena a fórmula mágica. Ambos compusieron a los que tal vez sean los púgiles más famosos del cine (Rocky convirtió a Stallone en celebridad y De Niro interpretando a Jake La Motta en Toro Salvaje, de Martin Scorsese, consiguió crear uno de esos personajes capaces de sobrevivir al olvido), así que, ¿qué podía salir mal? Por desgracia, casi todo sale mal en Ajuste de cuentas. Tratándose de un cuento de boxeadores, no es ocioso decir que su principal defecto es que lanza sus golpes de manera demasiado anunciada y se los ve venir con tal anticipación que casi no hay sorpresas en todo el film. La primera obviedad es haber elegido a un director como Peter Segal, especialista en comedias con Adam Sandler. La diferencia de consistencia entre las escenas de comedia y aquellas en que la película intenta ser “seria” es notable. Mientras los gags cómicos son su punto más alto, las subtramas que se pretenden dramáticas resultan tan evidentes en sus detalles que no superan el nivel de las novelas de la tarde más básicas. Tampoco es que los chistes sean brillantes, pero están construidos con timing y sentido de la oportunidad. Mérito del oficio de Stallone, De Niro y de ese gran soporte que siempre es Alan Arkin. Más allá de arrebatos simpáticos, la historia no logra sostener la tensión y el exceso de histrionismo por momentos se vuelve abrumador.
Si de oportunidad se habla, eso es lo que malogra Ajuste de cuentas: la chance de hacer honor a dos nombres que, por distintos motivos y méritos, se encuentran entre los más importantes de la historia del cine de los Estados Unidos. Por último, puede decirse que para la Argentina lo más relevante de este relato boxístico tiene que ver con lo deportivo antes que con lo cinematográfico. No han pasado más de diez segundos de película cuando la cara sonriente de Maravilla Martínez alzando su cinto de campeón mundial ocupa media pantalla: una prueba del lugar que hoy tiene el box argentino en el mundo. Un caso en que la realidad vence a la ficción.

Artículo publicado en la sección Cultura y Espectáculos de Página/12.

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