lunes, 24 de agosto de 2015

CINE - "La princesa de Francia", entrevista con el director Matías Piñeiro: "Que sea el cuerpo de la mujer el poderoso"

El de Matías Piñeiro es un caso muy particular: ha conseguido que el estreno de sus películas se convierta en una especie de acontecimiento que invariablemente sacude las aguas del cine argentino. No de la manera en que lo hicieron Relatos salvajes el año pasado o El clan esta semana porque ambos casos pulsan cuerdas distintas, demandando y apelando a diferentes sensibilidades del espectador. Mientras Szifron y Trapero consiguieron convencer a todos por interpósito mercado de que sus obras son un acontecimiento, el trabajo de Piñeiro logra ser fresco en un escenario en el que la repetición de gestos, de un director a otro y de película en película, ha decretado la obsolescencia de lo que alguna vez fue el Nuevo Cine Argentino. Lo paradójico es que este director –que a pesar de su juventud ya porta una media docena de títulos en las alforjas de su filmografía— lo ha logrado filmando a Shakespeare.
Habitué de las competencias de BAFICI, en donde su última película, La princesa de Francia, fue premiada este año, Piñeiro ha realizado sus últimos tres trabajos basándose en comedias del gran maestro de las letras inglesas, para contar historias que sin perder la picardía isabelina no dejan de retratar escenas contemporáneas de eminente color local. Curiosamente, o no tanto, desde hace algunos años Piñeiro reparte su residencia entre Buenos Aires y Nueva York, y tal vez esa residencia bipolar lo haya ayudado a encontrar esta forma inesperada de pintar la propia aldea. En La princesa de Francia, basada en la comedia Trabajos de amor en vano, que a partir de esta semana se proyecta todos los días en el cine Gaumont y los viernes en el Malba, un grupo de jóvenes actores vuelve a reunirse para realizar una versión radial de la obra que hace un par de años vienen haciendo en teatro. La idea es de Víctor, quien regresa de un viaje y además de reactivar el proyecto vuelve a poner en marcha una red de relaciones cruzadas por el deseo y la competencia, pero también por la amistad.
Hay en La princesa de Francia, igual que en las películas inmediatamente anteriores de Piñeiro (Rosalinda y Viola), una voluntad lúdica que el director hereda de las obras originales, sobreviviendo exitosamente a varias traducciones: la de la lengua, pero también la del tiempo y la del género. En el camino se juega una forma de entender el cine, que tanto remite a lo narrativo como a lo dramático. Sobre esa tensión construye Piñeiro. "Creo que el cine es narrativo y lo que busco son alternativas", afirma el director. "Esta vez intenté ver cómo se podía contar de otra manera el enredo sentimental y en esa búsqueda vuelvo sobre la idea hitchcockiana de que el cine es sólo imagen. Para irle en contra, porque también está la palabra y con ella algo se puede hacer en el cine", agrega. "La palabra también está vinculada al movimiento y te da una especie de fotogenia, que es la de la gesticulación. Hay algo de eso que el cine puede lograr, pero que el teatro por sí sólo no."  

-Parece que en el centro de tu cine está en la palabra.  
-Es que si me acerqué a Shakespeare fue primero porque lo leí. Después representaba un desafío porque no es habitual pensar a Shakespeare en relación al cine. Es más un problema a solucionar que un beneficio porque en el cine no estamos acostumbrados a recibir y procesar tanta densidad textual. Y además está la traducción, que es algo a lo que el cine tampoco está acostumbrado y me interesa ver qué hay en esa falta de costumbre. Cómo podemos hacer que en una escena muy textual, ese texto potencie al cine y no que lo aplane. Creo que mis películas usan un Shakespeare traducido, actualizado, y que son más disfrutables para quienes hablamos español.  
-¿Por qué?  
-Porque los demás tienen que leer subtítulos. Tienen que leer a Shakespeare en dos segundos. Ese es un verdadero problema, que conozco bien porque hago los subtítulos de mis propias películas y me di cuenta de que el subtitulado es una instancia que me obliga a volver a dirigir. Hay una escena en la que una de las chicas entra en la sala del teatro durante un ensayo y se encuentra con Víctor, que empieza como a acosarla. En ese momento se escucha la obra en off y la verdad es que no es tan importante escucharla. Está bien que sea un rumor, pero lo central es lo que pasa entre Lorena y Víctor. Por un lado hubiera sido raro no subtitularlo, pero por otro en el momento en que aparece el subtítulo lo hace como una cosa en primer plano y eso desbarajusta todo lo que pensaste en un principio. La solución fue aguar ese discurso porque necesitaba que el espectador estuviera atento a la forma en que él la mira a ella y no al subtítulo.  
-A mí me llamó la atención que los subtítulos en inglés nunca son literales respecto del texto en castellano.
-Claro, porque en un momento me encontré preguntándome qué hago con el texto de Shakespeare en los subtítulos: ¿lo dejo como es o lo transformo de acuerdo con la adaptación? La verdad es que me da un poco de nervio transformar el Shakespeare. Más allá de que en castellano lo toco mucho, en inglés preferí dejar el texto original, pero en un inglés moderno porque el inglés antiguo hubiera planteado otros problemas. A partir de esto me di cuenta de que mis películas, a pesar de ser ligeras, presentan una dificultad seria de inteligibilidad y que no es tan fácil hacer un Shakespeare que sea para todos.
-Algunos diálogos tienen un carácter declamativo que parece tener más que ver con la fantasía de una puesta en escena clásica del teatro de Shakespeare que con el cine argentino contemporáneo.  
-Uno elige el tono, porque los personajes tampoco pueden hablar tan campechanamente. En mis películas nadie tiene que comerse las eses para construir un verosímil, porque sería como en falsete, pero tampoco hablar con verbos compuestos. También es cierto que dentro de la obra de Shakespeare hay varios tonos y que las obras sobre las que trabajo no son escenas de corte, sino que retratan situaciones más bajas y eso también afecta el lenguaje. Shakespeare no es solemne cuando no tiene que serlo. Creo que la era victoriana arruinó el teatro de Shakespeare, le puso un corsé y que ahí nace el cliché que nosotros recibimos.
-¿Haber trabajado sobre sus comedias y no sobre sus textos trágicos te facilitó las cosas?  
-Mi sensibilidad está más cerca de la comedia que de la tragedia. En este caso me atrajeron mucho estas mujeres. Me da la sensación de que estas mujeres de las comedias están a la sombra de los machos trágicos como Macbeth o Hamlet. Que en ellas hay algo nuevo para ver, porque si vos pedís a cualquiera que te nombre cinco personajes de Shakespeare estoy seguro de que nadie nombraría a una mujer. Y si aparece alguna, seguro es una de las locas suicidas, cuando existe Rosalinda, que le saca cinco vueltas a todos los hombres que tiene enfrente. Y eso me sorprendió, porque no pensé que Shakespeare era así.  
-¿Por qué es tan importante basar tus relatos sobre lo femenino?  
-En un punto tiene que ver quizás con mi relación con esas actrices, que es muy fuerte. Después hay algo más oblicuo, que sigo pensando, como si el hecho de ser gay influyera en el sentido de ir en contra de una mirada machista más canónica. Algo de ver las cosas desde otras perspectivas y encontrar esos corrimientos por el lado de verse o proyectarse sobre el cuerpo de una mujer. Que sea el cuerpo de la mujer el poderoso, y que sea la inteligencia lo que las lleve adelante y no un rol sumiso.
-¿Creés que en un mundo que no ha dejado de ser machista, la mirada de la mujer de algún modo es subversiva?
-Esos son los desvíos que me interesa iluminar y no trazar siempre los mismos caminos. Me siento más cómodo pensando personajes para mujeres que para varones, aunque en La princesa de Francia lo masculino es más fuerte. Pero el punto de vista sigue siendo el de las mujeres, son ellas las protagonistas. Imaginate si alguno de los personajes de estas chicas que van de un hombre a otro fuera un hombre: sería como un "langa" y me resultaría insoportable. Sería una idiotez. También me gusta que la idea de género esté borroneada, que si bien se dan besitos y se tocan un poco, también podrían ser todas mujeres o todos varones y eso me gusta. Me parece más intrigante.

Ir al cine

Esta semana La princesa de Francia se proyecta todos los días en el Espacio INCAA KM. 0 Cine Gaumont, Av. Rivadavia 1635, en los horarios de las 18:20 y 22:35.
En tanto que durante todo el mes, pero sólo los días viernes a las 20, puede verse en el Malba,Av. Figueroa Alcorta 3415.

Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo.

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