viernes, 28 de abril de 2017

CINE - "Mío o de nadie" (Unforgettable), de Denise Di Novi: La gracia involuntaria también vale

Thriller a contramano de la realidad, Mío o de nadie (título local que representa una puesta en extremo del original Unforgettable, Inolvidable), de Denise Di Novi, propone una fantasía en la que una mujer celosa y psicópata le hace la vida imposible a la nueva pareja de su exmarido, llevando la decisión hasta las últimas consecuencias. Es decir: deshacerse a como dé lugar de aquella a quien considera una intrusa que arruinó su familia perfecta. A contramano no porque casos como el que propone el argumento no existan en la realidad, sino porque el tipo de violencia que surge en algunas parejas a partir de los celos (o de cualquier otro disparador) suele recorrer el sentido inverso, es decir del hombre hacia la mujer, variante que constituye uno de los temas más preocupantes de la sociedad actual, en virtud del alarmante crecimiento estadístico de la violencia en contra de las mujeres y los femicidios.
Claro que el cine no tiene por qué postularse como una representación fiel de la realidad ni convertir a cada película en un instrumento de denuncia. Por el contrario, el mazo de sus posibilidades narrativas es inabarcable y el éxito o el fracaso dependen de la pericia de cada director para sacarle provecho a las cartas elegidas para jugar. Algo que si se parte de un abordaje realista –que en principio parece el elegido por Di novi— debería decirse que nunca se consigue. Julia es la exitosa editora de una revista que deja su trabajo en la redacción para mudarse al caserón que su nueva pareja tiene en una pequeña y encantadora ciudad. Ella oculta en su pasado su rol de víctima de la violencia física de su pareja anterior y ahora se enfrenta a la resistencia sutil que le opone Tessa, la ex con la que su novio tiene una hijita.
Claro que se ha comenzado este texto alertando acerca de aquella decisión del guión de ir a contramano de la realidad y esa voluntad tal vez no deba tomarse a la ligera. A partir de ella el espectador tiene la opción de entrar en la película no por el portón obvio de un aparente realismo, sino de dejarse caer dentro de ella a través de la puerta-trampa de la farsa. Desde el realismo Mío o de nadie se convierte en una obra fallida, que trabaja a partir de estereotipos forzados hasta el absurdo y mezcla peras con calefones. En cambio si se escoge filtrar todo el relato por el tamiz de la farsa, la película puede volverse un entretenimiento válido.
Mío o de nadie no tarda en morder la banquina, haciendo que la malvada Tessa urda un plan inverosímil en el que le saca provecho a la violencia de género para ponerla a favor de su causa. Es en ese momento que el relato comienza a generar un ruido que sobre el final se convertirá en batifondo, ofreciendo uno de los desenlaces más hilarantes que este cronista recuerde. Sin embargo la duda de si se trata o no de una película seria convertida en comedia de manera involuntaria nunca se devela y la decisión de mirarla de un modo u otro recae en cada espectador. En ese sentido Mío o de nadie revela una generosidad que la mayoría de las películas malas nunca tienen. Desde acá se recomienda la opción de tomarse todo en solfa e ir dispuesto a reírse.

Artículo publicado originalmente en la sección Espectáculos de Página/12.

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